domingo, 5 de abril de 2009

ÉL

Estaría a unos quince metros de mí cuando me fijé en ella. Pese a mi timidez, no aparté la mirada, ella tampoco. Avanzaba y avanzaba, parecía que todo transcurriese mucho más lento, como si la unión de dos miradas específicas tuvieran control sobre el espacio y el tiempo.
Yo era incapaz de comprender qué sucedía, ni siquiera me fijé en lo preciosa que era. Fue un rato después cuando me di cuenta de su larga melena morena, de su esbelta figura, si delicada nariz, su jersey lleno de colores... sólo era consciente de sus ojos negros.
Cuando el impacto parecía inminente, se me cayeron los ojos al suelo. Sé que ella también apartó la mirada.
Justo en el momento en que nos cruzamos sentí que compartíamos algo que nadie más en el mundo tenía. Después, simplemente, desaparecimos.

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