lunes, 15 de agosto de 2011

El Reflejo


Me gusta caminar por la ciudad sin dirección. En esos vacíos de tiempo en los que la gente no sabe qué hacer, yo exploro las calles, me mezclo con el hormiguero e individualizo cada rostro, a veces, incluso, me imagino una historia detrás de cada mirada, convierto personas anónimas en mis personajes privados.

Una vez vi un tipo con mi misma chaqueta, unos metros más adelante, caminando en mi misma dirección. Tenía el pelo largo, recogido en una coleta. Juraría que la goma de pelo que usaba era igual que la mía. Caminaba con calma, pero sin parsimonia. Cada vez me llamaba más la atención.

Yo aceleraba el paso y parecía que huía, en cambio, cuando aflojaba el ritmo para disimular mi persecución, él se tranquilizaba. Comenzaba a sospechar que él supiera que le estaba siguiendo. Pero qué más me da lo que piensen los demás, no estoy haciendo nada malo.

Quería verle la cara, no me quedaría tranquilo hasta verle la cara. Había pensado en hacer una pequeña carrera, ponerle la mano en el hombro y en cuanto se diese la vuelta pedir perdón y decir que lo había confundido con otra persona.

Dobló una esquina, no podía dejarlo escapar, así que hice un pequeño sprint para no perderlo y, en cuanto llegué a la esquina, nadie. No había nadie en esa calle. De repente siento una mano sobre mi hombro, mi corazón parecía una locomotora a toda máquina. Me giro y “lo siento, lo he confundido con otra persona”.

Alex Modlov.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Respuestas retóricas II

Palabra Itinerante: ¿A dónde van las chispas que nos saltan de los sueños?
Andy: Se reciclan en tu lenguaje.