lunes, 25 de septiembre de 2017

El poeta y la luna


El poeta mira por la ventana 
esperando que la luna explote
                                       y nada,
así que
           viste su piel menos ajada,

       endosa su abrigo de sombra,
y se deja arrastrar por la noche
en busca de un diamante
en el que crezcan flores,
en busca de la melodía secreta del frío, 

de una piedra perfecta
para romper el cristal de la conciencia 

o de una metáfora bien afilada
           para cortar el aburrimiento de los días. 
Va siguiendo esta cuerda de versos
sin temor a llegar
                al fin y al cabo

y se enmaraña en las ganas 
                       no sé de qué,
                      sí sé de quién,
mientras deja su vacío en los vasos de cerveza

y su mirada flota
en el aire sucio de un bar. 


El poeta vuelve a la calle 
y la luna sigue allí,
               desparramándose en luz 
                               y nada.
 
A partir de ahí se multiplica la sed
              con el ansia tirando de la cuerda,

                    que ahora se estremece 
                          en la garganta,
pero él sólo quiere
amor sintetizado

         en metilendioximetanfetamina 
         con una copa de vino tinto
        y conquistar un paraíso cualquiera

        en un colchón vedado.
Sin embargo, una y otra vez tropieza al pie de la letra

        y cae a quemarropa
        sobre las ausencias que le pesan 

        en sus entresijos.
Si bien, el poeta sabe todo y más
       de levantarse y volver a caer,

       de hacer del fracaso un éxito,
       algo casi divino. 

Y es que
quién quiere reconocimiento, 
      pudiendo tener resaca;
quién quiere vender libros, 
     pudiendo mendigar copas;
quién, en su sano juicio,
     prefiere una biblioteca a un prostíbulo;

quién desea más un Premio Nobel de la literatura 
     que una ebriedad sempiterna;
quién quiere ser Campoamor,
     pudiendo ser Leopoldo María Panero.

 
Y la luna no se rompe
ni hoy, ni mañana, ni nunca.
Observa desde lo alto
al poeta amordazado con sus propias palabras, 

mordiendo el polvo
que ahora mismo le traga,
el mismo polvo

            en que se ha de transformar 
junto con sus heridas
a las que llama poemas, 
mientras que esa estúpida
roca gris
seguirá brillando
para poetas que intentan destruirla

                                        y nada.


De Todo lo que no entre en la memoria

martes, 4 de julio de 2017

Ítaca ya no es lo que era
 (u Odiseo vuelve de erasmus)




Mañana por fin regresaré a Ítaca,
me vestiré como un mendigo
y veré morir a mi perro,
tensaré mi arco
para ensartar con celos y flechas
a mis enemigos,
y tras veinte años
redescubriré el rostro
                         de Penélope
sembrado de arrugas y paciencia.

Mañana regresaré a Ítaca,
sin miedo a Poseidón,
para dormir otra vez
                    en mi lecho
y refugiarme en el amor,
que más que amor
                     es un recuerdo
de un fuego que ya no quema;
volveré al ágora
sin compañeros con los que
                    recordar la guerra:
nadie me creerá
cuando cuente los hombres
           que murieron por la más bella,
nadie comprenderá
que me quiera morir
cuando suenan en mi cabeza
los ecos del cantar
               de las sirenas,
nadie sabrá
el tamaño de la tristeza
de Aquiles lamentándose en el inframundo
por no haber vivido un segundo más
y me arrepentiré
una y mil veces
de no haberme guardado
     una hoja de loto
            en el bolsillo.

Mañana regresaré a Ítaca
y mi madre estará muerta,
y mi hijo seguirá siendo
   un perfecto desconocido
   que en el fondo me odia,
y Calipso
quizá se acuerde de mí
y me venga a visitar en sueños
para decirme que soy un idiota,
que no supe elegir
entre lo que tenía
        y lo que ya no era.
La vida se estancará
             en las aburridas
         tardes de verano,
los dioses se olvidarán de mí,
mi reino se irá durmiendo
en las páginas de la historia
hasta ser ruinas
por las que se pagará entrada
y con el tiempo
yo no seré más que un nombre,
                               una idea,
                               una nostalgia.

Mañana regresaré a Ítaca,
aunque ya no sea yo el que vuelva.



.

domingo, 11 de junio de 2017

El Tratado de Kioto

Voy a romper el Tratado de Kioto,
voy a hablar con dios por el gran teléfono blanco
para pasar de la potencia al acto
y hacer lo que nadie puede
                                 hacer por mí.
Voy a sacar todo el mal
que llevo dentro,
que me atraviesa todo el cuerpo
de norte a sur
para derrotar al Balrog
         con fuego negro.

Voy a pintar desde mis adentros
       abstracto en papel suave
despejando así la incógnita
que deseche las hipótesis
que ya no sirven para nada.

Voy a soltar el ancla
en este pequeño instante de eternidad
y gritar: ¡hombre al agua!
después de liberar a mis rehenes
                               como quien suelta lastre.

Y ya sabréis a estas alturas
que voy a plantar un pino,
a poner un huevo,
a sembrar un chopo,
a echar un tronco,
a lanzar un misil,
voy a hacer un cuarenta y dos en francés,
a tirarme un pedo de los que pesan.

Voy a sacar lo mejor de mí
y enviártelo por fax o por email;
voy a externar todo mi malestar
       antes de irme abajo
                 por la pata;
voy a destronar a los Borbones,
voy a exortizar todo este mal
y hacer de tripas corazones excretados.

Voy a calcular mi Producto Interior Bruto,
voy a sacar un tren del túnel,
voy a pasear a los Pokemon,
voy a pintar angelitos negros,
voy a manchar la porcelana
y a soltar al Halcón Milenario.

Ahora que me ha venido la inspiración
voy a desalojar a unos okupas,
voy a mear duro,
voy a echar una boya al mar,
a sacarme este gran peso de encima.
Voy a esperar mi momento All Bran
para visitar a la familia Cosby
y darle sabor al caldo.

Voy a verter hormigón en el encofrado,
voy a limpiar las cañerías,
voy a enviarle un paquete al Papa,
voy a fabricar muñecos sin cabeza,
voy a liberar a Willy,
voy a hundir un zeppelin
y después me voy al confesionario.

Voy a llenar el cazo
                       de albóndigas,
a visitar al señor Roca,
voy a descomer
          un magnífico pastel,
voy a romper aguas mayores
y en ellas hacer una infusión de mierda,
voy a peinarme los pelos del culo hacia fuera
y soltar un ñordo como un brazo de Hulk Hogan.

Y es que a veces no sé
si hacer de viente o darle cuerda al reloj,
aunque casi mejor;
             si me disculpan
me voy a defecar,
                evacuar,
                giñar,
                segregar
                ciscar,
                deponer,
                obrar,
                excretar,
                rezumar
                emporcar,
                descargar,
                expeler,
                deyectar,
me voy a hacer mis necesidades
                y a cagar.



sábado, 10 de junio de 2017

JESÚS CARRASCO

(la imagen la he sacado de aquí)


JESÚS CARRASCO


Que me robaran el nombre

es lo mejor

que me podía haber pasado,

deshacer esa coraza

               hecha de crujidos y fragores ajenos,

rasgar esa piel extraña

que me oprimía,

desnudarme de la apariencia

y por fin ser huérfano,

fugarme desde mis adentros

               para dejar de ser otro,

romperme para ser yo.

lunes, 30 de enero de 2017

París sin ti



https://www.youtube.com/watch?v=H2t35mf_hIw



París sin ti
es una mala canción
que canta por sus calles
perdido un español.

París sin ti
es como agosto en Madrid:
una ciudad callejera
y sin pedigree.

París sin ti
es Montmartre sin Amelie,
una despedida sin beso
en la Gâre d'Austerlitz.

París sin ti
es un bistrot sin pastis,
es la Monalisa
puesta de perfil.

Oh! París! París!
Poblada por maniquís,
turistas y ladrones
en el mismo redil.

París sin ti
es caminar y caminar
por un taxi que no para
y otro que no va a venir.

París sin ti
es Grainsbourg en Nôtre Dame
pidiéndole a la Virgen
un chalet en el Más Allá.

París sin ti
es una maleta sin abrir
llena de ropa sucia
y un puñado de souvenir.

París sin ti,
de Montparnasse a Saint Denis,
es un mar de cemento
y un cielo de hollín.

París
llora por no reír,
sus puentes bostezan
un torrente gris.

Pero París,
no te voy a mentir,
es una cárcel de placeres
sin tu vis a vis.

París
no quiere dormir,
me susurra al oído
que no piense en ti.

Y es que París,
enamorada y febril,
me emborracha cada noche
avec grand plaisir.

París sin ti
es una mala canción...