martes, 4 de julio de 2017

Ítaca ya no es lo que era
 (u Odiseo vuelve de erasmus)




Mañana por fin regresaré a Ítaca,
me vestiré como un mendigo
y veré morir a mi perro,
tensaré mi arco
para ensartar con celos y flechas
a mis enemigos,
y tras veinte años
redescubriré el rostro
                         de Penélope
sembrado de arrugas y paciencia.

Mañana regresaré a Ítaca,
sin miedo a Poseidón,
para dormir otra vez
                    en mi lecho
y refugiarme en el amor,
que más que amor
                     es un recuerdo
de un fuego que ya no quema;
volveré al ágora
sin compañeros con los que
                    recordar la guerra:
nadie me creerá
cuando cuente los hombres
           que murieron por la más bella,
nadie comprenderá
que me quiera morir
cuando suenan en mi cabeza
los ecos del cantar
               de las sirenas,
nadie sabrá
el tamaño de la tristeza
de Aquiles lamentándose en el inframundo
por no haber vivido un segundo más
y me arrepentiré
una y mil veces
de no haberme guardado
     una hoja de loto
            en el bolsillo.

Mañana regresaré a Ítaca
y mi madre estará muerta,
y mi hijo seguirá siendo
   un perfecto desconocido
   que en el fondo me odia,
y Calipso
quizá se acuerde de mí
y me venga a visitar en sueños
para decirme que soy un idiota,
que no supe elegir
entre lo que tenía
        y lo que ya no era.
La vida se estancará
             en las aburridas
         tardes de verano,
los dioses se olvidarán de mí,
mi reino se irá durmiendo
en las páginas de la historia
hasta ser ruinas
por las que se pagará entrada
y con el tiempo
yo no seré más que un nombre,
                               una idea,
                               una nostalgia.

Mañana regresaré a Ítaca,
aunque ya no sea yo el que vuelva.



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